lunes, 4 de noviembre de 2013

COSTUMBRES DE UNA SOCIEDAD

Principios de Noviembre.
Hoy me he levantado temprano pero el sol ya empieza a dejarse ver por el este. Cada vez llevo peor el insomnio de estas últimas noches en las que apenas he dormido, sin embargo cada día soy recompensado con un bonito amanecer. Me quedo embobado con la mirada perdida en dirección al sol hasta que logra por completo desenredarse de las montañas que parecen querer retenerlo sujeto en la tierra. Me recargo de energía para el resto del día.
Aún adormilado bajo a la cocina a prepararme el desayuno. La mirada se detiene en el calendario. Observo ese pedazo de papel que cuelga de la pared y paso la hoja correspondiente al mes de octubre que aún no había retirado.
Recuerdo el refranero español y ese dicho que dice “Dichoso mes que empieza con Todos los Santos y termina en San Andrés”.

Hace días que las calles del pueblo ya huelen a castañas asadas, y en las pequeñas tiendas del centro del pueblo, de ese centro casi olvidado por esta maldita crisis, colgaban máscaras y disfraces del terror. Costumbres de otros lugares que en estas fechas la sociedad incorpora y que los no tan jóvenes desprecian por no ser de nuestra tradición. Sin embargo a veces olvidamos que un día ya empezamos a despreciar nuestra propia cultura, traicionando nuestro propio pasado.

El fin de semana pasado acudí al pueblo de mis padres con motivo de la festividad de Todos los
Santos. En estas fechas los camposantos se llenan de vida, y abandonan la soledad y el silencio que a diario los contempla. Se llenan de miradas, sonidos, murmullos...y por supuesto de llantos, llantos silenciosos llenos de recuerdos. Por unos días los grises y ocres del otoño se visten de primavera con la fragancia de las flores y el color de sus pétalos que adornan los nichos. Los difuntos observan como sus maridos y sus esposas, sus hijos, sus hijas, los nietos, los sobrinos,…vienen para reencontrarse con ellos. Limpian los nichos, encalan sus paredes y acicalan el hogar de la muerte.


Se produce el encuentro de la vida con la muerte, esa muerte que en otros lugares del planeta es vida y alegría, y sin embargo en nuestra cultura es sinónimo de penumbra, oscuridad y dolor. Damos la espalda a la muerte, porque en ella nos vemos por un instante, y en ese momento el miedo nos atrapa.



Es curioso como la sociedad decide qué incorpora u olvida, y qué no a las costumbres de cada lugar.

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